20 de septiembre de 2009

Entonces, de quién hablamos?


Sigue lloviendo y estoy acostado boca arriba, con los ojos abiertos. Por el hueco de la puerta entra la claridad de la mañana. Estoy ausente recorriendo con la vista una fisura que surca la superficie del cielorraso. No hay lámpara que cuelgue, ni podría haberla porque falta el hueco. Este detalle, sumado a la ausencia de puertas en los dormitorios, da a la casa aspecto de estar todavía en construcción.
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Adela está en silencio y escucho su respiración, es la de quien duerme. Su cabeza descansa con la oreja pegada a mi pecho, justo en el lugar del corazón. Qué podrá soñar con esa música en su oído. Tambores de gran tamaño, constantes, lejanos. Muevo delicadamente el brazo que quedó de ese lado para apoyar mi mano sobre su cabeza. El rubio ceniza de su pelo se mueve ondulando con el ritmo de mi respiración, son rulos muy pequeños. Detengo mis dedos en la superficie voluminosa y mullida. Emite una queja dormida. Si la despierto es muy probable que empecemos todo otra vez. Los ciclos encadenados de calma y euforia. La calma: íntima y silenciosa, la euforia: desordenada, imprevisible.
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Las escenas que animan su cuerpo y el mío, están cada vez más iluminadas, y son cada vez más irreales. Quién es esta mujer? no es la pesadilla de persona que conocí anoche, dedicada casi por completo a descalificarme. La que está ahora extendida sobre mí, descansando su biología extenuada tiene risa contagiosa, piernas de raso y movimientos felinos. Dónde estaba todo esto? Escucho movimientos en la pieza donde duerme Carla, su amiga. Ya debe ser hora de levantarse, pero yo quiero seguir dentro de este sueño, mientras miro el techo rajado.


Se abre la puerta del juzgado nº 8 y sale Adela junto a la abogada demandante. Me dice que entre con mi socio, que hay papeles para firmar. Luego sabré que mi ex empleada aspira a montos exorbitantes para concertar un arreglo. Me lo dice en pocas palabras y con su habitual tono despectivo, mientras vamos transitando pasillos hacia la salida. Tribunales parece una universidad, y los juzgados, pequeñas cantinas donde se agolpa la gente para comprar un apunte o sacar unas fotocopias. Mi socio va a buscar el auto y me quedo a solas con Adela, me pregunta si tengo planes para el fin de semana.

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15 de septiembre de 2009

La voz


Dejamos descansar a Adela para que respire el blog. Cuando pienso que el recién llegado se tiene que ir varios posts para atrás para entender dudo si seguir con esto. Si bien intento que los relatos puedan ser tomados en forma individual, por ahí quito espacio a otras cosas.

Hice un descubrimiento hace unos días con respecto a la escritura. Además de estos acercamientos que se leen aquí, estoy haciendo un taller poesía con Clara Muschietti, por internet. Me cuesta el cómo escribir, no el qué. El sábado pasado, en la feria del libro escuché por primera vez unos poetas leer sus textos. Cuando llegué a casa leí los míos, en voz alta. Fue revelador. La voz, la entonación, las pausas. Sentí sobreexposicion de Yo. Y creo que me sorprendería más si me grabo y escucho. Ahora cuando escribo pruebo y las palabras se me representan de otra cosa forma. Lo escribo para transmitirlo, lástima que no se los pueda leer.

13 de septiembre de 2009

La cautiva dentro suyo

Diana, mi amiga celestina, se quedó unos instantes en silencio. Venía riéndose con el relato pormenorizado de mi elección de aposento.
-Y si no te gustaba, por qué te metiste en su cama?
-Y por qué no? la otra dormía en la cama chica, ella en esa gigante, había espacio de sobra.
-Los silloncitos del living..?
-Ni en pedo Diana, qué, nunca dormiste con alguien sin que pase nada?
-Me imagino la cara de Adela.
-Yo también me la tuve que imaginar, casi no la veía.
-Mirá, ella tiene su carácter, no es que no le caíste bien.


Esa sería la parte interior de Adela, la parte a la que uno suele recurrir cuando lo exterior no es del todo convincente. Ella no parece haber tenido nunca un cuerpo, como diría mi madre, escultural. Pero lleva sus cuarenta y dos con absoluta corrección, es algo rellenita de la cadera para abajo, pero disimula muy bien con ropa suelta y oscura. Eso la hace más señora también, a tono con su carácter.

-Contame qué te dijo después, eso de los nervios en la panza -reclamó Diana.
-Para empezar me dio ternura que lo reconozca así, tímida.
-A veces son mecanismos defensivos -dice Diana, que es psicóloga al paso-. Bueno, pero qué le dijiste?
-Y, mi primera reacción fue seguir hablando de ella, entonces le pregunto:

-Podemos decir que tu panza habla por vos?
-No, es que además de los nervios, tomé mucho.. y el asado..
Le pregunté si poniendo una mano sobre esa panza nerviosa podría silenciarla. No contestó, y cuando posé mi mano por encima de su remera, sentí algo temblar. Decir “esta panza no es del asado de anoche” podía romper el hielo, pero quizás también los vidrios de su ventana, al atravesarla, devenido hombre bala. Dibujé entonces unos círculos con la yema de los dedos y le dije:
-E.T... phone home...
Carcajadas. Pero la que reía no era ella, sino una dentro suyo. Una que ofreció tibia resistencia cuando le hice cosquillas en el costado, y forcejeó conmigo como nena jugando con el vecinito que le gusta. Entre las risas sofocadas esa voz crecía dentro mío, hasta que nos quedamos callados, mirándonos por primera vez. Su cara asomaba gris en la penumbra. Percibí el sonido constante y tenue de la lluvia, entrando a través de los postigos de la ventana. Si algo había imaginado, es que sería como besar a la teniente Ripley, que le lleva más de tres cabezas, pero tendrá la mitad de su peso. Así era hace unos minutos, no puedo pensar en eso ahora, cuando desliza sus labios con suavidad sobre los míos, desplegando besos tibios y superficiales, húmedos, que van creciendo como un temblor, y de a poco se hace desesperación.


8 de septiembre de 2009

Una señal, un paso al frente


Acompaño a mi amiga Diana a través de una galería hasta la tranquera de la entrada. La vino a buscar un ex y la despido acompañado por los perros de Adela, la dueña de casa. Son cinco, de distintas razas decorativas y estimo tendrán hasta certificados de garantía y seguro de vida. Mi ebriedad no es más que una triste torpeza, están cayendo gotas más grandes, vuelvo a la casa dando saltitos. Repaso con la mirada el desorden con el que alguien se encontrará por la mañana, las mujeres han apagado casi todo y parece que ya duermen, hay planta alta y supongo que ahí debo buscar los dormitorios.
La construcción es algo pequeña en relación al terreno, que tiene parque con arboleda, pileta, y hasta –luego lo sabría- caballerizas. Estamos en un barrio en las afueras de Córdoba, pero todo pretende ser una estancia. Quién sabe lo que pretenderá ser mi casa. Subo por la escalera y cruje la madera gastada de los escalones, lo que menos quiero es despertar al yeti o a su amiga. Desde el ventanal del descanso de la escalera se ve parte de la ciudad, me desmoraliza el nuberío ganando claridad. Llego a un ambiente con bibliotecas y un escritorio, hay dos puertas abiertas. Me asomo a la primera y veo a Carla, la amiga, durmiendo en una cama chica. El cuarto tiene baño privado y una ventana enorme sin cortinas. Paso a ver la otra habitación, previo descalzarme. Es el dormitorio de Adela, que también descansa silenciosa. La cama es matrimonial, apenas si se divisan los muebles y el cuerpo de ella sobre un costado. Avanzo a tientas eludiendo un televisor, me detengo para acostumbrarme a la penumbra mientras comienzo a aflojarme la ropa. Al deslizarme en la cama como un fantasma, pienso que por suerte mi boxer está decente. Acurrucado me dispongo a dormir con Adela a mis espaldas. Pasan unos segundos.

-Pero.. te metiste en mi cama?- la voz recriminatoria habla en susurros, no sea que Carla se despierte. La enfrento y le digo:
-Sí, pero todo bien, yo me quedo en esta punta y dormimos tranquilos, te parece?
-Cómo? decíme, vos te metés así en las camas de todas las mujeres??
-No Adela, pero la de Carla es más chica y no veo otras camas, podemos dormir?
-Yo no te conozco!, cómo te voy a dejar así porque sí?
El tono ya es un poco agresivo, pero cuando estoy por contestar, escucho un ruido.
-Y eso?- le digo
-Nada, es mi panza.
-Qué tiene tu panza? no irás a vomitar..
-No estúpido, es que me ponés nerviosa.
-Porque discutimos?
-No, porque estás así, tan cerca mío..

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4 de septiembre de 2009

Estas cosas suceden todo el tiempo



Estamos en tribunales con mi socio para cumplir con la citación del juzgado número no sé cuanto y presentar nuestra defensa. Llega nuestra abogada y nos sentamos en un banco, uno a cada lado de ella, para firmar unos papeles. Escribió un hermoso alegato, muy inspirado y totalmente inútil. Hago los ganchos y vamos para el juzgado, seguimos a nuestra defensora, que acabo de descubrir usa su segundo nombre: Adela. Se detiene de pronto y me pregunta si veo a la demandante. Está sentada en un banco junto a otras personas y se la señalo alzando mi brazo, como si estuviera en rueda de presos. Se nos acerca su abogada y se presenta, algo en su expresión me revela que está aquí por el de milanesa y la coca.

Dialogan las letradas y nos alejamos un poco con mi socio, le confieso que entre esta señora que intenta defendernos y yo, hubo algo. Me mira como si le hubiera dicho que estoy de cinco meses, me encojo de hombros, se escuchan nuestros apellidos y acuden las doctoras. Nos quedamos sentados, mi socio quiere saber algo más de Adela. No puedo contarle todo, le digo que fue algo breve, que me la presentaron y no funcionó. Le ahorro los detalles por cuestiones de tiempo, para contar los hechos tal como sucedieron tendría que empezar por ese asado en su casa, cuando la conocí. Estaba entre espantado y sorprendido. Mi amiga Diana había decidido presentarme a una mujer que, siendo más joven que yo, se comportaba y parecía ser si no mi madre, una tía. Una tía resentida y prejuiciosa, de esas a las que todo les molesta.

Cuando fue hora de irse tomo débil conciencia del peligro que implica conducir ebrio por calles de tierra y con lluvia. La anfitriona, que me ignoró durante toda la noche, dice tener lugar para que duerma. Se queda además una de sus amigas, la casa es bastante grande. Me entretuve despidiendo a Diana que se reía de mi situación, y de mi estado. Al entrar a la casa encuentro silencio absoluto, voy a tener que buscar mi habitación sin ayuda.

2 de septiembre de 2009

Ser tíos hoy

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Interrumpimos esta interesante saga judicial para informar que hoy hemos descubierto que desde hace unos días, no sabemos bien cuántos, hemos sido tíos. Sí, Uds. también. Felicitaciones! Recibimos mañanitas.

Click en cualquiera de las cuatro imágenes para verlas grandes.