23 de febrero de 2010

Aquel cine francés


Quise hacer una crónica sobre Romy Schneider porque me acordé de una película en la que ella trabaja junto a Michel Piccoli que se llama Las cosas de la vida. Ahí me entero (eso que uno sabe y luego olvida) de que murió en circunstancias algo trágicas a los 43, después de perder a su hijo David en un accidente doméstico. Romy fue famosa por la trilogía de Sissi (la hartaron con el personaje de la emperatriz) pero después encaró otro tipo de cine. La película de la que hablo fue dirigida por Claude Sautet, es la primera de cinco en la que ella trabajara y, a mi ver, un hermoso lienzo del cine francés de los 70. Los vínculos entre los personajes empiezan a armarse hacia atrás, ya que lo primero que vemos es el terrible accidente automovilístico que sufre el protagonista. Esta elección (que anula los efectos sorpresa y golpe bajo) cuenta además con el mérito de ser una de las escenas de accidentes mejor filmadas en la historia de cine. Intensa pero sin morbo ni espectacularidad. Película melancólica y reflexiva. Se hizo una remake con Richard Gere y Sharon Stone que Hollywood tituló Entre dos amores. Un espanto.

19 de febrero de 2010

Mambo mambooo tengo nuevo integrante

(aconsejo hacer click en las imágenes)
Haciendo rutinarias tareas de desmalezamiento encontré este ser.



La cuestión es que, frasquito mediante, le invité a conocer mi casa. El encierro lo sacó un poco.










Le ofreci subir a la acacia que tengo en mi jardín. Trepó con entusiasmo y se quedó. Esta mañana fui a ver si permanecía.


Estaba. Me vio y al parecer tuvo un ataque de timidez o algo, decidió emprender un ascenso preventivo.








Allí quedó con su mimetismo y sus manitos en posición de elevar plegaria. Una plegaria para que el señor haga pasar un bicho cerca suyo.

12 de febrero de 2010

uso casi libre de los signos de puntuación




sentada sobre una alfombra rodeada de papeles el humo saliendo lento de sus pulmones decide que la hija debe morir sin muerte no hay aprendizaje piensa pero no sabe cómo y el dilema durará hasta el mediodía cuando al pasar por la cocina rumbo al patio vea sobre la mesa el diario en realidad al gato descansando sobre el diario su ojo entreabierto y la intuición como un dolor algo que predice el futuro y se resuelve saltando a la silla luego al suelo no sabrá que ella solo ha tomado entre sus manos el conjunto de hojas para acercarlo a su rostro que exhibe gracias al ángulo preciso en el que la luz le llega desde el ventanal relieves pliegues que los años vienen depositando en silencio como advertencias está lo visible y lo posible de imaginar si ella quisiera y ha querido bastante el cigarrillo en su mano derecha oscila junto a las hojas una vibración de mecanismo fuera de punto el aire huele a café y encierro cuando suena el timbre y ahora sí tiene la muerte para la hija del protagonista lo vio clarito en el diario que dejó caer sobre la mesa con fastidio para atender cuánta inspiración ha dado a los artistas piensa el humo del cigarrillo la sigue hasta la puerta que abre sin dudar desde el punto de vista de quien llama ella queda a contraluz y detrás suyo el ventanal con el gato sentado sobre el vano mirando desde afuera resplandece el blanco de su figura inmóvil husmeando atento hasta que le llega el estampido y corre hecho un fantasma por túneles verdes casi irreales un exceso visual en segundo plano para su pánico un par de teros en el jardín vecino lo ven llegar desde la rama de un limonero la distancia prudente ante semejante alboroto la escala previa al vuelo que ellos no saben es dirección sur



5 de febrero de 2010

Los zapatos no hablan












Entra a la zapatería y pienso es que es una vendedora o alguien que busca la embajada que está en la esquina. Las mujeres que compran acá nunca bajan de los 50. La silueta que se aproxima a contraluz indica no solo que es joven sino que tiene, como diría madre, un físico bárbaro. Me describe lo de la vidriera que le interesa, una sandalia taco chino.
Es realmente linda, se parece a la Bruni y me quedo mirando la sandalia, salto a sus pies -usa plataforma!- luego a su carita expectante: estoy embobado. Pero tiene que ser con otro taco dice, habrá? Le pregunto qué numero y treinta y seis pienso es fantástico, pie chico, tiene que haber. Qué taco necesitás le digo amable, como si tuviera gran variedad.

Uno que sea tipo plataforma, como esos de ahí.. Al señalar hace algo con la mano que no entiendo y me encanta. En el anular habita un anillito fino de plata, trama entrelazada perdida en esa mano pájaro. El zapato que apuntó es un saldo, unos setentosos gamuza de generosa plataforma. Digo que voy a fijarme pero es mentira, sé que no hay. Hurgo en el fondo contrariado, tiene que ser esa plataforma le pregunto. No me contesta. Vuelvo y la veo sentada en uno de los sillones, mirando el setentoso con ojo clínico. Es que tengo una pierna más corta que la otra, ves? necesito suplementarlos. Sí, había que ponerse a mirar con detenimiento, a veces uno no ve lo que no busca. Digo que no tengo y sonríe por primera vez. No importa, me pasa en todos lados, a los otros tacos se les nota más si les agrego. Y se fue, dejó un celular por si me llegaba algo.
En los días siguientes repaso el episodio y me quedo siempre en el mismo punto: esa sonrisa imposible de abarcar.