11 de junio de 2009

Y seguro terminaremos llorando

Me voy a Rosario para el finde largo. Un amigo de la adolescencia me encontró por Facebook esta semana y me pareció que revivir esas épocas por mail no daba. Empiezan a aparecer recuerdos. Está el de una de las veces en que intentamos colarnos en el baile del Jockey Club.
El procedimiento a veces se complicaba pero era aventura, no peligro. Esta vez no era de las fáciles, ya de arranque hubo que sortear unos guardias que acechaban en las canchas de tenis. Gateamos con Ariel entre unos yuyos altos para esquivar. Sobre el edificio principal, la fácil era intentar ingreso por planta baja, a veces se dejaban alguna puerta descuidada. El plan B nunca fallaba. O casi nunca. Había que subir a la terraza y entrar por una puertita para acceder al baño de hombres, y ya estabas adentro.
Esa noche con mi amigo subimos a la terracita, allí nos encontramos con otros candidatos esperando agazapados. Me gustaba la camaradería que se armaba con los desconocidos en estas situaciones. Después al cruzarlos dentro había pulgares arriba y guiños que podían terminar en amistad. Hay un guardia con linterna y es cuestión de correr agachados y rápido. La música acompaña nuestra espera, nos estamos perdiendo los mejores temas. Alguien dice ahora en tono bajitoenérgico, y somos unos siete chimpancés avanzando sobre los techos oscuros rumbo a la puertita. El primero en llegar avisa que está cerrada. El resto detenemos el avance a mitad de camino, me llega un alboroto desde atrás y vuelvo unos metros. Mi amigo ha caído en un hueco, un espacio oscuro que puede ser un patio, unos cuatro metros abajo. No podemos verlo pero putea señales de vida. Y cómo lo sacamos dice uno. En nuestra distracción nos sorprende un guardia pero nadie piensa en escapar, necesitamos ayuda. Su linterna nos mostrará un Ariel a caballito sobre el caño gigante de una caldera, labios como la Mancini pero con mucha sangre. Voy a hacerlo salir por abajo nos dice el gordo seguridad, y aprovecha para destacar que esto nos pasa por colarnos. Somos un rebaño de ovejas siguiendo al hombre rumbo a la puertita, coreando arrepentimientos y concesiones. Saliendo del baño mis amigos pasan a la categoría invisible mientras con el gordo vamos al rescate y terminamos cargando a mi amigo hacia una salida de emergencia. Vendrán puntos en el labio, yeso para la pierna; son los ochenta, de esos días hablaremos.

7 comentarios:

lali balbi dijo...

jaja: espero ansiosa!!!

lali balbi dijo...

el relato de aquellos días

Adriano dijo...

aay Secretaria! la extrañaba! sí, ya tengo carilina en cantidá.

Anónimo dijo...

Adri te colabas en las fiestas?? jajaja nunca me contaste esa. Quermos más! Un beso
Silvina.

Memily dijo...

Que buena historia!

Protervo dijo...

down memory lane. lindo.

Adriano dijo...

Dos! Qué linda sorpresa! cosas que uno hace de chico, no? y de ésas oooh, miles.
Prot: Me hacés buscar en el diccionario de ingles! jaja, al final voy a aprender, sí, a veces me pregunto cómo quedan tan anclados estos recuerdos, no?